1/5 Florencia R. 1 year ago on Google
Fui
a
eso
de
las
15hs.
Intenté
entrar
con
el
cochecito
con
mi
hija
durmiendo,
un
señor
quiso
ayudarme
a
pasarlo
y
la
moza
me
empezó
a
gritar
que
así
no
se
hacía.
Le
pedí
que
no
me
gritaran
que
había
entendido,
solo
necesitaba
tiempo,
se
me
había
trabado
y
desde
adentro
otra
chica
se
acercó
a
apurarme
para
que
lo
saque.
Chicas,
no
se
le
hace
eso
a
alguien
que
está
intentando
subir
por
una
escalera
con
una
bebé
durmiendo.
Hablaban
muy
fuerte
y
yo
les
pedía
que
por
favor
no
despertaran
a
mi
hija.
No
entiendo
cómo
no
podían
esperar
un
minuto.
Inverosímil.
Adentro
igual
hay
ruido,
me
respondió.
Abrieron
las
dos
puertas
finalmente
para
que
pueda
pasar,
que
se
ve
que
les
molestaba
muchísimo
hacerlo
y
como
yo
tengo
un
cochecito
no
tengo
derecho
de
sentarme
a
tomar
un
café.
Pasé
primero
al
baño,
no
tenía
espacio
para
dejar
el
cochecito,
tuve
que
hacer
unos
movimientos
muy
incómodos
y
bizarros.
Cuando
llegué
a
la
mesa,
me
agaché
a
buscar
unos
libros
al
cochecito
y
la
mesera
se
me
acercó
a
decirme
te
comento
el
menú.
Le
dije
que
no
iba
a
almorzar
y
me
dijo
no,
pero
esta
es
la
hora
del
almuerzo.
Enojada.
No
pude
ni
sentarme.
El
nivel
del
maltrato
llegó
a
hacerme
sentir
mal.
Le
dije
la
verdad
que
me
estás
tratando
mal,
me
voy
y
me
dijo
bueno.
Cuando
iba
a
salir,
me
extendió
la
mano
como
si
pudiera
pasar
por
la
misma
puerta
por
la
que
me
había
gritado.
Finalmente
refunfuñó
y
abrió
la
otra.
Nadie
en
el
local
se
inmutó
por
la
situación,
y
escucharon
y
vieron
todo.
Quería
tomar
un
café
y
comer
un
chipá
a
las
15hs,
aprovechando
la
siesta
de
mi
hija.
De
siesta,
nada.
O
sí:
esas
siestas
de
las
que
te
despertás
con
dolor
de
espalda
y
mal
humor.
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