2/5 Javier B. 1 year ago on Google
Buscando
un
sitio
dónde
cenar
nos
topamos
con
este
local
y
decidimos
entrar
por
recomendación
de
un
amigo.
Está
ubicado
en
la
calle
San
Miguel
en
pleno
centro
de
Zaragoza.
El
local
es
acogedor
y
tiene
una
decoración
divertida,
es
una
antigua
tienda
de
vinilos
reconvertida
y
se
pueden
ver
cuadros
de
cantantes
en
Aragón
y
varios
vinilos.
Acudimos
sin
reserva
y
enseguida
nos
encontraron
un
hueco.
Hubiera
sido
preferible
que
nos
hubieran
avisado
de
que
la
demora
de
tiempo
era
considerable
porque
por
la
conversación
que
tuvimos
a
posteriori,
o
eran
conocedores
de
ello
o
lo
preveían
por
la
cantidad
de
gente
en
el
local.
Entramos
a
las
22:00
y
salimos
rondando
las
00:00
para
2
entrantes
y
4
hamburguesas,
lo
peor
es
que
cuando
nos
marchamos
aún
había
mesas
sin
servir.
El
camarero
muy
tranquilo
en
todo
momento.
En
cuánto
a
la
comida,
bien,
correcta
sin
pretensiones
con
algún
matiz
a
destacar.
Más
de
1
hora
en
sacar
los
nachos
maños
con
longaniza
de
Aragón
y
luego
15
minutos
más
en
sacar
los
fingers
de
pollo.
En
los
nachos
(11'9€)
eché
en
falta
algo
de
cremosidad
pero
la
longaniza
le
daba
el
toque
sabroso.
Los
fingers
(11'9€)
estaban
ricos
y
la
salsa
de
queso
que
acompañaba
también.
Además
su
presentación
era
divertida.
Pedimos
la
hamburguesa
quesera
(12'9€),
casualmente
el
pan
de
todos
los
que
ofrecen
hoy
no
lo
tenían
disponible,
una
pena.
Hicimos
hincapié
en
el
punto
de
la
carne,
hamburguesa
muy
poco
hecha,
salió
pasada.
La
combinación
de
sabores
es
correcta,
potente
sabor
a
queso
y
los
pepinillos
le
dan
el
toque
fresco.
Venía
con
patatas
y
3
salsas
en
el
centro
para
acompañar
que
estaban
muy
buenas.
Nos
quedamos
con
ganas
de
probar
la
tarta
de
queso
porque
tenía
muy
buena
pinta
pero
el
miedo
a
que
tardara
mucho
más
tiempo
nos
venció.
Les
daré
otra
oportunidad
porque
vistas
las
demás
valoraciones
considero
que
tantos
despropósitos
fueron
cosa
de
un
día
puntual
y
no
es
algo
asiduo.
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